Vamos al Parque Natural de la sierra de Grazalema y más concretamente a la sierra de Líbar, con Ana y Manuel, grandes conocedores de la zona con la intención de subir a uno de esos cerros desconocidos para muchos, el Hoyo del Quejigo, metido entre el Puntal de la Raya, Salamadre y Sierra de los Pinos.
A las 9.30horas partimos desde el refugio Líbar, con una mañana algo fresquita empezamos la caminata por los Llanos de Líbar para dirigirnos primeramente a la Casa Refugio de Barea tenemos casi 8 kms. por delante de “fácil” camino, antes de llegar pasamos por los pozos de Barea y a las 12 .10 llegamos, donde paramos para tomar algo, la casa por dentro está en perfecto estado, muy bien cuidada, un botiquín, limpio y completo de todo. La verdad se podía pernoctar.
Media horita que estuvimos aquí la mar de a gusto. Llega el momento de ponerse serio, desde aquí comenzamos la ascensión a nuestro destino, se intuía que no iba a ser nada fácil, una gran cantidad de matorral y grandes moles de piedras nos obstaculizaban cada paso, unas veces a la derecha otras a la izquierda, subías y bajabas y volvías a subir, así estuvimos los 40 minutos que tardamos en subir, cuando salimos del cataclismo, no nos lo creímos. 1252 metros tiene este Hoyo del Quejigo y en su cima un gran majano que resulta que fue nuestro amigo Julio en compañía de con los que con El subieron los que lo construyeron. Las vistas son simplemente ESPECTACULARES. Al norte las sierras del Caillo, Endrinal y del Pinar, al sureste el peñón de Líbar, sierra Blanquilla, del Palo y Juan Diego y al oeste la sierra de la Silla. Una vez conseguido el objetivo tomamos la decisión de subir al Puntal de la Raya (1258 m.) que ya todos habíamos hecho antes, en media hora coronamos la cima donde vimos una cruz tallada en piedra, muy curiosa por cierto. Aquí paramos comer disfrutando de la belleza que teníamos ante nosotros. Después de la comida vino el momento más espectacular del día, la crestería del Puntal de la Raya. Un kilómetro de diversión, tensión y machaque para las piernas, sin duda alguna una pequeña odisea la cual nos llevó una hora, fue una auténtica sorpresa esa cresta la cual nos agrandó la ruta. Toca la bajada, vaya bajadita que nos esperaba. Independientemente del gran desnivel lo peor eran las piedras sueltas eso sí aquí no había matorral que te estorbara. Llegamos a tierra firme a las 5 de la tarde, nos hubiera gustado subir a la Salamadre pero solo nos quedaban una hora y cuarto de luz, unos 9 kms. para llegar al coche. Fuimos al grano y volvimos a los pozos de Barea y de aquí volvimos de forma lineal (cosa que no es de nuestro agrado) al coche. A las 7 y 25 horas llegamos al final del camino, no hizo falta encender los frontales ya que con la luna casi llena nos sirvió su luz.
Han sido 20 kms. de ruta, 15 de ellas bastante cómoda pero los otros 5 kms. han sido de una dificultad muy dura y exigente.
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